Siglos después, en el Imperio Romano, la recolección de información se convirtió en una práctica institucionalizada. Roma contaba con los exploratores y frumentarii, unidades dedicadas al espionaje y la contrainteligencia dentro de los territorios controlados por el imperio. Durante la Edad Media, los monarcas europeos y la Iglesia Católica emplearon sistemas de informantes para detectar conspiraciones y herejías, mientras que en la Edad Moderna, figuras como Felipe II de España establecieron redes de espionaje para proteger sus intereses en Europa y en el nuevo continente, siendo catalogados como los primeros agentes secretos.
En el siglo XIX, el militar prusiano Carl von Clausewitz, en su obra De la Guerra, llevó el concepto de inteligencia más allá del ámbito militar, afirmando que la información debía ser utilizada para mantener el equilibrio de poder tanto en el campo de batalla, como en la diplomacia, política interior y política exterior. El éxito de una nación depende de su capacidad para anticiparse a los movimientos de sus adversarios, comprender sus intenciones y gestionar con precisión los equilibrios de poder internacionales. Además, Clausewitz subrayó que la inteligencia no debía limitarse a la obtención de datos, sino que debía ser analizada en función de su contexto, ya que una información mal interpretada podía conducir a errores estratégicos catastróficos.
Fuente electrónica de la información:
Descriptores: inteligencia, contrainteligencia, espionaje, desinformación.
La frase del día
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