En un mundo marcado por el resurgimiento de las potencias, los conflictos regionales, el populismo y la fragmentación del orden liberal, la ONU sigue siendo uno de los pocos foros multilaterales donde los Estados pueden dialogar sin necesidad de recurrir a la fuerza. Si bien ha sido duramente criticada por su lentitud, burocracia o por el poder de veto del Consejo de Seguridad, su papel como garante del Derecho Internacional, promotor de derechos humanos y coordinador de la cooperación global la convierte en un actor insustituible. En muchas regiones del planeta, su presencia ha sido la diferencia entre la guerra total y la contención negociada.
En un escenario donde doctrinas geopolíticas como el realismo agresivo o la “esfera de influencia” están resurgiendo, y donde los intereses de las grandes potencias muchas veces chocan con los principios universales, el sistema de Naciones Unidas continúa ofreciendo una plataforma legal y diplomática para gestionar tensiones, asistir a las poblaciones vulnerables y construir paz. En última instancia, la ONU no representa un mundo ideal, sino el intento más serio de encauzar el desorden mundial mediante normas, diálogo y cooperación multilateral.
Fuente electrónica de la información:
La frase del día
"Hay sillas esperándote en mesas que aún no conoces"
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