Desde un punto de vista utilitario, la ética del subterfugio a menudo se justifica por los beneficios potenciales que puede generar. Sus defensores argumentan que, cuando se utiliza para un bien mayor, el subterfugio puede ser moralmente defendible. Por ejemplo, los agentes del orden encubiertos pueden recurrir a subterfugios para infiltrarse en organizaciones criminales y, en última instancia, evitar daños a la sociedad. Sin embargo, el dilema ético radica en sopesar el beneficio percibido frente al daño causado por el engaño.
2.- La perspectiva deontológica.
La ética deontológica, por otra parte, enfatiza la naturaleza intrínseca de las acciones más que sus consecuencias. Desde este punto de vista, el acto de subterfugio puede considerarse intrínsecamente incorrecto, ya que implica engaño y manipulación; va en contra del principio de honestidad y transparencia. Sin embargo, algunos deontólogos sostienen que en circunstancias específicas, como cuando se salvan vidas o se previenen daños, el engaño puede ser moralmente permisible.
3.- La perspectiva de la ética de la virtud.
La ética de la virtud se centra en el carácter del individuo que se involucra en subterfugios. Cuestiona si las acciones de la persona se alinean con rasgos virtuosos como la honestidad, la integridad y la confiabilidad. Se argumenta que una persona virtuosa evitaría los subterfugios y, en cambio, buscaría medios alternativos para lograr sus objetivos.
Palabras clave: inteligencia, contrainteligencia, espionaje, vigilancia, doble agente, agente doble.
Fuente electrónica de la información:
La frase del día
"Todos pedimos que se aplique la ley, y todos tratamos de eludir el cumplimiento de alguna" [Émile-Auguste Chartier / 'Alain']
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