Los países sin ejército han demostrado que es posible sostener la soberanía nacional sin necesidad de una fuerza armada convencional, siempre que exista una combinación de factores como estabilidad interna, institucionalidad fuerte, poder blando estratégico y alianzas diplomáticas sólidas. Costa Rica, Islandia, el Vaticano o San Vicente y las Granadinas no solo han sobrevivido sin ejército, sino que en algunos casos se han convertido en referentes globales de paz, sostenibilidad o mediación internacional. En contextos donde la economía, la diplomacia o el simbolismo religioso reemplazan a los cañones, estos países han encontrado formas alternativas de proyectar poder y garantizar su seguridad.
Sin embargo, este modelo también revela una dependencia estructural que no puede ignorarse. La mayoría de estos países delegan su defensa a potencias extranjeras -ya sea a través de tratados bilaterales, asociaciones estratégicas o acuerdos históricos- como es el caso de Micronesia, Palaos, Andorra, Mónaco o Panamá. La ausencia de ejército, más que una postura antimilitarista absoluta, suele estar acompañada de vínculos profundos con actores militares fuertes que fungen como escudo protector. En ese sentido, aunque estos Estados desafían la lógica militarista global, también evidencian que en un sistema internacional dominado por potencias, la neutralidad sin respaldo sería una ilusión.
Fuente electrónica de la información:
La frase del día
"El lujo no sonríe"
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será respondido a la brevedad. ¡Gracias por comentar!