Son delitos en los que rara vez se utiliza la violencia y están motivados por un objetivo económico, normalmente en el ámbito profesional o corporativo. Debido al aparente poco impacto que pueden tener sobre la sociedad, durante muchos años han estado en las sombras del estudio criminológico. Algunos ejemplos son los casos de fraude financiero, evasión fiscal, lavado de dinero, corrupción, etc. Pero realmente estos delitos sí tienen un impacto en la sociedad, quizás no directo, pero sí indirecto, económicamente hablando.
Por ello, se consideran delitos de cuello blanco, entre otros:
• las restricciones al libre comercio y los descuentos;
• las violaciones de las leyes sobre patentes, marcas y derechos de autor;
• la publicidad engañosa;
las prácticas laborales injustas o delitos contra los trabajadores;
• las manipulaciones financieras;
• e incluso los delitos de guerra en un contexto socioeconómico (como las violaciones de regulaciones en las guerras mundiales, la evasión de impuestos de guerra, la restricción del comercio relacionada con la guerra, la interferencia de las corporaciones en la política bélica, las violaciones de embargos y neutralidad, y la traición).
Además, el autor clasifica como delitos misceláneos aquellos actos como infracciones en materia de salud y seguridad, transacciones comerciales sin las licencias legales correspondientes, delitos ambientales, difamación, arresto indebido, asalto, calumnias, fraude fiscal en aduanas, contrabando, incumplimiento de contratos y violación de permisos de construcción, entre otros.
Fuente electrónica de la información:
La frase del día
"Cada vez que se cierra una puerta, se abre una ventana"
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