Para millones de usuarios de Facebook (ahora META), la experiencia en redes sociales parece inocente. Subimos fotos, compartimos publicaciones y conectamos con amigos, pero cada clic, cada interacción, cada «Me Gusta» alimenta un sistema que utiliza nuestra información para propósitos mucho más oscuros. El escándalo de Cambridge Analytica en 2018 desnudó esta realidad. Se reveló que la consultora había utilizado datos de millones de usuarios sin su consentimiento, influyendo directamente en campañas políticas como el Brexit en Reino Unido y las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.
La gravedad del asunto llevó a Mark Zuckerberg, el CEO de META, a comparecer ante el Congreso de los Estados Unidos, donde enfrentó duras críticas por las prácticas de vigilancia y manipulación de datos que tienen la finalidad de moldear la opinión pública. «Fue mi error, y lo siento», dijo en un intento de reparar el daño, pero las implicancias de ese caso dejaron claro que las plataformas tecnológicas no sólo buscan beneficios económicos, sino que también se convierten en piezas clave en el ajedrez político global.
Fuente electrónica de la información:
La frase del día
"A veces es bueno que al barco le entre agua, así la gente cree que se va a hundir y se salen solos"
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