Bajo el régimen talibán, la situación de los derechos humanos en Afganistán se ha deteriorado considerablemente a ojos de la comunidad internacional. Las mujeres han sido excluidas de la educación superior y de la mayoría de los espacios laborales, y se les ha impuesto el uso obligatorio del burka en público. Las restricciones a la libertad de expresión también se han intensificado, con la clausura de medios de comunicación independientes y la persecución de activistas opositores.
En el ámbito económico, Afganistán enfrenta una crisis sin precedentes. La retirada de ayudas internacionales, el bloqueo de fondos en el extranjero y las sanciones económicas han dejado al país en una situación crítica, con altos índices de pobreza y desempleo.
A nivel de seguridad, el principal desafío para los Talibanes es la presencia del Estado Islámico del Jorasán (ISIS-K), un grupo terrorista que ha intensificado sus ataques en las provincias del este del país. Este enfrentamiento representa un conflicto interno entre dos visiones radicales del islamismo, y ha provocado una escalada de violencia que amenaza la estabilidad del régimen.
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"El agua que no corre se estanca. La mente que no trabaja, también" - Víctor Hugo
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