Las personas que llevan a cabo la conducta corrupta se ven expuestas al riesgo de verse descubiertas y a sus posibles consecuencias. A pesar de que llevar a cabo una conducta corrupta conlleva un riesgo, los participantes en ella suelen subestimar la probabilidad de ser descubiertos, principalmente si ya tienen experiencia en situaciones anteriores similares, ya que esto distorsiona la probabilidad percibida de ser detectados (Djawadi y Fahr, 2013; Kahneman, 2011).
Además, estas personas recurren a estrategias de racionalización que se utilizan como justificación posterior de su conducta corrupta, destacando las “buenas intenciones” detrás de este acto deshonesto (Rabl y Kühlmann, 2009). Los seres humanos somos extraordinariamente buenos para racionalizar actos poco éticos si nos beneficiamos por ello (Søreide, 2014), lo cual nos permite mantener la imagen que tenemos de nosotros mismos como personas íntegras y honradas.
Fuente electrónica de la información:
Palabras clave: psicología de la corrupción, delitos.
La frase del día
"La sal nunca es elogiada por formar parte del menú, pero cuando falta, todos notan su ausencia"
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